miércoles, 23 de junio de 2010

Anexo: Trabajo con las Emociones (tabla)

Para terminar la serie de artículos del "Entrenamiento en cinco puntos", muestro aquí la traducción de unos apuntes añadidos por el autor; cuyo propósito fue ayudar a aclarar el sentido general de estos textos, de modo informal, a quienes iba dirigido originalmente (1996). Tras revisar su contenido, me ha parecido oportuna su inclusión, que espero pueda ser útil ahora a quienes siguieron esta serie de artículos en este blog.


Pulsa sobre la imagen para agrandarla y así poder leerla con mayor claridad.


Original de Jean-Luc Colnot.
Traducido por Fcº Hidalgo en Axis.

lunes, 21 de junio de 2010

La Conciencia Superior

Este último aspecto del entrenamiento en cinco puntos parece ser el resultado y la quintaesencia de las cuatro prácticas precedentes, al mismo tiempo que la base sobre la cual se construirá el futuro trabajo del compañero de la Escuela del Despertar.

Si bien solo parece ser un resultado, este quinto aspecto del trabajo de aprendiz no supone menos prácticas y técnicas específicas. Sin embargo, aquí no se trata de desarrollar directamente estados de consciencia superior y de Presencia, sino más bien de trabajar en la eliminación de los obstáculos que lo impiden y en las recuperaciones egóticas que le suceden.

Para trabajar en este territorio estremadamente sutil correspondiente al elemento Éter, el instructor usa los recursos que la misma Gnosis pone entre sus manos.

Me parece sin embargo prematuro consignar por escrito las bases de este trabajo. Lo único que se puede decir por ahora, es que el trabajo propio de este aspecto del entrenamiento en cinco puntos no se puede realizar desde la conciencia ordinaria, tanto por parte del instructor como del aprendiz. El lugar de encuentro y de práctica es el lugar de la Presencia. Apoyándose pues en la claridad extrema de la Presencia para poder prolongar el trabajo interior. Aquí, se trata de una inmersión en apnea en el mismo corazón de su mundo interior, inmersión sostenida por una claridad de visión mucho más profunda que la de la consciencia ordinaria, ya que se desarrolla directamente gracias a la Presencia. En este trabajo, el aprendiz y el instructor operan apoyándose en poderes espirituales que la consciencia ordinaria ignora. La mirada está modificada por una cualidad penetrante de precisión extrema. Se percibe lo sutil, lo tenue, lo inaprensible que se despliega bajo la superficie visible. Un universo interior velado por el movimiento incesante de las olas exteriores que captan toda atención e impiden dicha inmersión en el corazón del oceano, dejada atrás la espuma de las apariencias, comienza a dejarse entrever. Para ésto, hace falta cierta madurez del ser que se deja atrapar menos por los reflejos sin fin de las formas mentales y se apoya “en otra parte” en la otra orilla. Porque es necesario habitar una pequeña parcela de esta Tierra Pura que no pertenece en absoluto al “devenir”,
es decir haber desarrollado cierto estado de quietud, inmovilidad, claridad, para crear la distancia que permita observar lo que escapa a la mirada común. Esta visión profunda y penetrante no es un análisis, una introspección o una reflexión en nosotros mismos, sino cierta cualidad de atención, de Presencia, límpida y luminosa. Ésta es la base del trabajo propio al quinto aspecto del entrenamiento del aprendiz. Es también una visión fulminante que rebota en el menor impulso mental, antes incluso de que éste se haya expresado enteramente, una visión que percibe este instante casi imperceptible en el que nace la sensación de identidad, donde se revela el ego; esta décima de milésima de segundo donde se muestra sin máscara.

Ordinariamente, siempre es después cuando percibimos el pensamiento o la emoción, una vez que ya se ha instalado en la consciencia. Hemos sido tomados, llevados, poseídos por ellos y solo podemos comprenderlo “retrospectivamente”, Dando una vuelta sobre nosotros mismos que deja escapar este momento del nacimiento de la ilusión. Pero en la calma y la claridad de la Presencia, vemos realmente como se forma la persona, como nace, se desarrolla, se disuelve, de instante en instante, y profundizando siempre más en ese mecanismo, todas las creencias, todas las evidencias caen y nos dejan completamente desnudos, Insondable Caballero de lo Abierto.

Esta cualidad penetrante de la consciencia está también presente durante el ritual de iniciación del aprendiz. Y si el alumno la reconoce, necesariamente es porque participa de ella.


Original de Jean-Luc Colnot.
Traducción de Francisco Hidalgo en Axis.

Al calor de la Tradición

lunes, 7 de junio de 2010

Niña Luna

Sufrimiento y aspiración al trabajo

Cada uno de los principios del entrenamiento en cinco puntos requiere ser vivido profundamente si se desea hacer brotar de él todo su potencial. El cuarto principio del entrenamiento del aprendiz no escapa a esta imperiosa condición. El aprendiz deberá aprender aquí a reconocer en profundidad el sufrimiento de los seres humanos y la causa de los mismos. El principio básico de este cuarto aspecto del entrenamiento en cinco puntos es tan simple como los precedentes, aunque la verdad que evoca convenza menos al hombre. Por otra parte, se puede pensar que esta dificultad esta relacionada con el apego que nos une a los placeres y a las posesiones personales. La potencia de este apego nos impide ver toda la sabiduría y simplicidad de este principio básico del cuarto aspecto del entrenamiento en cinco puntos. La práctica del cuarto punto nos exhorta a tomar conciencia del sufrimiento que causa el ego, no solo a nosotros mismos, sino a todos los seres vivos. La verdad esencial de la condición vital egótica es el sufrimiento. Si tomamos realmente conciencia de esta verdad y la aceptamos profundamente, necesariamente encontraremos la fuerza para comprometernos en el camino iniciático que conduce a la muerte interior. De lo contrario, si verdaderamente no hemos percibido clara y vividamente, los sufrimientos relacionados con el funcionamiento de los valores egóticos, nuestra práctica seguirá siendo muy superficial, porque no entrañará una total participación de nuestras fuerzas. Por eso, la meditación sobre el sufrimiento de los seres humanos y sobre el que causamos a los demás es tan importante. Si el prisionero no es consciente de la incomodidad y del sufrimiento de su situación, nunca despertará en él la aspiración a la libertad y al trabajo interior. Progresar del malestar hacia el bienestar no basta y la vía está lejos de resumirse a tal objetivo, que solo conduciría a producir karma, positivo, si; pero un karma al fin y al cabo. Para que el aprendiz pueda convencerse realmente de la verdad del principio del sufrimiento, le será necesario recordar el segundo principio, el de la impermanencia. Ningún bienestar puede ser definitivo, ningún karma positivo podría ser duradero, ningún placer podría satisfacerse permanentemente. En el fondo, el deseo, cuando se confronta al principio de la impermanencia, desemboca necesariamente a la frustración y al sufrimiento. En efecto, somos como un alcohólico que no puede dejar de beber ni cuando está ebrio; nunca estamos plenamente satisfechos por las alegrías y placeres de los que nos beneficiamos, porque estamos apegamos a ellos, a pesar de que la intuición nos señala su impermanencia y de que el miedo nos hace presentir que son efímeros.
Los goces a los que aspiramos no dejan de generar deseos siempre crecientes. De acumulación en acumulación, de apego en apego, el ego solo puede generar sufrimiento, porque apego e impermanencia no hacen buena pareja, acumulación y fluidez se oponen inexorablemente. Tenemos que poner fin a tal situación, pero antes, debemos estar firmemente convencidos de su carácter negativo e inútilmente doloroso. Mientras no hayamos comprendido en profundidad los mecanismos generadores del sufrimiento, no seremos capaces de desarrollar una aspiración real al verdadero trabajo iniciático. No tenemos la menor posibilidad de conservar para siempre los objetos de nuestro goce. Esta fluctuación de una condición a otra es inevitable, porque es la naturaleza misma de la existencia, ninguna riqueza del mundo, ningún placer puede acompañarnos por mucho tiempo; incluso si el mundo o el universo entero nos perteneciera, porque pronto nuestra vida llegará a su fin y tendremos que dejar todo para ir hacia una nueva condición.

Conviene precisar aquí que no son los placeres y las posesiones los que se apuntan. Porque los objetos y las situaciones no son los responsables de nuestro sufrimiento. El trabajo sobre el cuarto aspecto del entrenamiento en cinco puntos no pone la atención en absoluto en los placeres ni las posesiones. Estas cosas no son ni buenas ni malas. Por el contrario, el cuarto aspecto del entrenamiento del aprendiz nos hace trabajar sobre el apego a estas cosas. En efecto, las causas reales del sufrimiento no están asociadas a las situaciones ni a los objetos sino al apego o rechazo que experimentamos en presencia de estos estímulos exteriores. Demasiado a menudo, atribuimos a las situaciones y a los objetos mucho más poder del que tienen realmente. La causa del sufrimiento está ante todo en nosotros mismos, en el apego que experimentamos.
La práctica y las técnicas propias del cuarto aspecto del entrenamiento del aprendiz nos enseña a encontrar la distancia conveniente en relación a los deseos, placeres, sufrimientos y dolores de la existencia. Asociado al fuego, este cuarto aspecto nos muestra que una aproximación irrespetuosa a la vida provoca quemaduras y que una huida y lejanía de la lumbre nos hace morir de frío. Encontrar la distancia óptima aquí es esencial. Esta distancia ideal está determinada por el desapego. Tomamos lo que la vida nos ofrece, pero no retenemos nada.

La meditación sobre la condición del sufrimiento del modo de vida egótico nos conduce a un compromiso más franco en la vía de la iniciación. La consciencia del sufrimiento nos empuja a trabajar y producimos así el calor interno sin el cual no es posible hacer cosa alguna en el sendero espiritual. Este calor es la energía de la compasión y el amor. El sufrimiento nos ha tocado profundamente. Estamos dispuestos a trabajar para vencer en nosotros mismos lo que puede ser fuente de sufrimiento para nosotros y para los demás. Y esta disposición es el amor. El primer aspecto del trabajo del aprendiz nos hace descubrir la solidez de la tierra, el segundo aspecto nos conduce hacia la percepción de la fluidez asociada al agua, el tercer aspecto manifiesta la inaprensibilidad del aire y la interdependencia entre todas las cosas. El cuarto aspecto del trabajo del aprendiz nos ofrece compartir el calor compasivo del fuego.

Desde luego, este calor compasivo del fuego está encarnado también por el instructor. Si el aprendiz adopta durante el ritual una distancia incorrecta, el fuego puede quemarle o puede sentir frío. Una proximidad demasiado arrogante y con falta de humildad desencadenará necesariamente un sufrimiento, una quemadura. El instructor será percibido entonces con un aspecto fulminante. Al contrario, una distancia huidiza e indiferente helará la situación. Es probable que en este tipo de situación, el instructor renuncie a la celebración del ritual. Por el contrario, cuando el aprendiz encuentra la distancia correcta, experimenta calor y respeto. Siente que algo se le ofrece, algo que comparte plenamente su condición humana y los sufrimientos asociados a su historia personal. Tras una dulzura extrema, experimenta una firmeza que impone el respeto; o bien, tras una gran firmeza, siente una dulzura discreta pero de una potencia enorme. Así es el fuego interior que el cuarto aspecto del entrenamiento en cinco puntos, despierta en quien lo practica.

Original de Jean-Luc Colnot
Traducción de Francisco Hidalgo en Axis.