domingo, 1 de agosto de 2010

Las ocho puertas




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Tratamos aquí las puertas de la presencia espontánea del Corazón y en absoluto es casual.
Ciertamente, Ala al-Dawlah distingue en el corazón siete desarrollos sucesivos en los diferentes colores y en los niveles especificos de profundización espiritual. También, la tradición china establece una relación directa entre las siete estrellas de la Gran Osa por una parte y las siete aperturas de otro lado. Más recientemente, Yves Albert Dauge distinguía las siete llamas, las siete potencias del corazón. Siete y no ocho.
Pero aquí, el corazón está relacionado con la cifra ocho más que con el siete. Y además, es oportuno señalar que la relación entre el ocho y el corazón es extremadamente frecuente en la mayoría de las tradiciones, vengan de Occidente o de Oriente.
El sol, que es al macrocosmos lo que el Corazón Espiritual es al hombre, se representó muy a menudo bajo su forma hermética, con rayos rectos y ondulados, en conjunto de ocho, o un múltiplo de ocho. ¿Porqué ocho rayos? Porque el sol interior, el Cristo interior es el poder de vida del Nuevo Hombre.

El número ocho expresa el primer día que sucede a la semana precedente (7+1) y corresponde numéricamente a la letra héta del alfabeto griego y a la letra heth ח del alfabeto hebreo. Ahora bien, el nombre de la letra heth ח en hebreo se escribe חית y una permutación de sus letras ofrece חתי que significa nacer de nuevo. Además hay que remarcar que Jesús, el arquetipo del renacimiento y la resurrección, lleva en su nombre griego la expresión perfecta del renacimiento: Jesous: Iota (10)+ héta (8)+ sigma (200)+ omicron (70)+ epsilon (400)+ Sigma (200)= 888.
El numero ocho, el octógono, es un número mediador entre el cielo y la tierra. Conocemos toda la importancia del ocho a través de las construcciones templarias y no ignoramos que los baptisterios octogonales abundan en nuestra arquitectura sagrada. Ocho es el número de los radios de la rueda celta, igual que la Rueda del Dharma. También el de los pétalos del loto y de los senderos de la vía. Jesús abre su sermón de la montaña con las ocho bienaventuranzas que llevan hacia la visión del corazón. Y notaremos que en el árbol sefirótico, Tifereth, que encarna el Corazón Espiritual, está situada en la encrucijada de ocho senderos. No cabe duda, el ocho está relacionado con el renacimiento y el Corazón. Por esta razón se habla de las ocho presencias espontáneas del Corazón, el cual constituye la verdadera puerta de entrada a la Comunidad de la Luz o Ekklesia, como hizo notar el sabio: “La entrada de esta escuela está en nosotros mismos; pero solo encontramos la puerta cuando estamos maduros, es decir cuando hemos concebido la verdadera base de la humildad” (D'Eckartshausen).

La práctica de las ocho puertas de la presencia espontánea realmente no se enseña. No se puede acercar más que acercándola el que la pone en práctica. Cada puerta tiene un color, una letra, un órgano, una respiración. Sin embargo, lo esencial de la puerta no está en la práctica elaborada sino en la misma puerta. Para poder practicar las ocho puertas de la presencia espontánea, es necesario haber recibido la transmisión de la misma. Esta transmisión obra por comunicación de sabor, porque no se puede practicar ninguna de estas ocho puertas sin estar al alcance de su sabor.

Las ocho puertas son ocho medios, ocho sabores que encarnan la presencia aquí y ahora. Multiplican la magia del toque del ser, de un modo totalmente inconcebible. Es una práctica que usan los instructores en sí mismos durante las prácticas, para hacer circular la energía del despertar y hacerla palpable, por así decirlo, a través de un sabor singular. Pero para poder poner en marcha este medio mágico, la base de la práctica debe empezar necesariamente con la manifestacion de ese sabor espontáneo, sin el cual, la presencia no sería ya la presencia espontánea del corazón. Se constata pues que el sabor ontológico aquí no es creado; está profundizado, distribuido y amplificado por la acción del cuerpo de gloria.
Las ocho puertas de la presencia espontánea son:

1) La puerta del cuerpo: Regreso a los sentidos porque se arraigan en el instante. Vuelvo a mi cuerpo, a sus movimientos, a sus percepciones, a su respiración. Resucitado a esto. Presencia espontánea.
2) La puerta del Amor: Vuelvo a la compasión que siento por quienes me rodean, me abro a su deseo de Despertar, experimento esta ternura que hay de saberos en camino, siento la unidad, la Ekklesia, el hecho que compartimos. Descubro la bondad del universo para conmigo. Me da el aire, la luz, un suelo donde poner los pies... No me rechaza nada, está abierto. Resucitado a ésto: Presencia espontánea.
3) La puerta del silencio: Retorno a la no discursividad exterior, interior y secreta. Soy puro silencio. Nada sé. Nada es intrínsecamente existente. Resucitado a ésto: Presencia espontánea.
4) La puerta de la luz: Vuelvo a la calidad luminosa y espaciosa de lo que es. Todo brilla. Todas las apariencias revelan esta luz, esta presencia de consciencia. ¡Está por todos lados! Es la sabiduría que preside a todos los fenómenos. Todo es extraordinariamente preciso, totalmente en su lugar. Todo funciona con una enorme, una insuperable sabiduría. La tierra gira, el pájaro canta, el árbol brota. Es luminoso. Vuelvo a la sabiduría que hay detrás de todo ésto. La sabiduría despierta está en todo lugar. Resucitado a ésto: Presencia espontánea.
5) La puerta no dual: No hay yo y los otros, el bien y el mal, el despertar y la confusión, el absoluto y lo relativo, lo finito y lo infinito, el Ser y el ego. Viendo eso, resucitado a ésto: Presencia espontánea.
6) La puerta del desapego: La situación es la situación. No es mía. No se centra en mí y no está hecha para obedecerme. No tengo que decir sí, no tengo que decir no. Ni rechazo ni adopto. Rendido a ésto: Presencia espontánea.
7) La puerta más allá del tiempo: Me doy cuenta de que el pasado y el futuro no existen. No puedo tocarlos. No busco nada ya. Estoy libre de proyectos. No tengo historia. Resucitado a ésto: Presencia espontánea.
8) La puerta de confusión: Incluso la confusión es una puerta de Despertar. Todos los malos impulsos, todos los obstáculos, todas las carencias, todas las oscuridades se auto-liberan porque veo que emergen de la fuente única. Todo está ya totalmente despierto, incluso la confusión. Resucitado a ésto: Presencia espontánea.
Original de Jean-Luc Colnot.
Traducido por Francisco Hidalgo en Axis.

miércoles, 7 de julio de 2010

Microprácticas

El artículo que traigo aquí, después de traducirlo, apareció originalmente en el extinto sitio web Terre du Dragon (Tierra del Dragón). La autoría es de Jaïs Pingouroux. Gracias estimado Jaïs; traigo aquí tu propuesta en otro idioma, con la intención de acercarlo a quienes, por desconocer tu idioma, dejarían de disfrutar de este hermoso artículo.
Desde aquí, mi reconocimiento más sincero.




En nuestra práctica, trabajamos la toma de conciencia de nuestra presencia en el mundo, a través de numerosos pequeños ejercicios.
Esta atención en el momento presente, seguramente tiene lugar durante las meditaciones, marchas meditativas o reuniones alrededor de una hoguera campestre por ejemplo; pero también podemos experimentarla en cada cosa que realizamos durante la jornada.
Ésto permite mezclar íntimamente el trabajo espiritual con la vida cotidiana; realizando así el trabajo de varios elementos (ver: Entrenamiento en cinco puntos) sobre la ausencia de barreras entre la vida ordinaria y la vida espiritual: cada instante, cada segundo, cada acción implica aspectos que podemos usar en la práctica. Es una manera de introducir la meditación en el seno mismo de la vida cotidiana: una forma de meditación activa.
Las llamamos “microprácticas”, porque generalmente son cortas, y contribuyen de modo modesto pero regular al trabajo sobre sí mismo.

La base de las microprácticas es la toma de conciencia en la pausa o ralentización de un proceso. Por ejemplo, cuando se disponen a tomar un vaso de agua, súbitamente, se les ocurre convertirlo en una micropráctica. Ralentizáis considerablemente vuestro gesto, sintiendo cada uno de los músculos de vuestro brazo poniéndose en acción, mientras que éste se aproxima al vaso. Sentís los músculos de su cara, estáis atentos a vuestra respiración, a lo que sentís (¿tienen la garganta seca?). Vuestros dedos se cierran suavemente alrededor del vaso y experimentáis el contacto con la materia. Estáis completamente atentos al proceso, a la acción. Puede que esta focalización de sus facultades cognitivas os vuelva, en cambio, menos atentos a lo que les rodea. Pero ésto no es grave, existen otros ejercicios para hacer surgir la Presencia, trabajando la atención al entorno. Por el momento, os concentráis sobre el lento movimiento de repliegue de su brazo, sobre el contacto de vuestros labios con el borde del vaso. Por fin el agua entra en vuestra boca. ¿Está fría o caliente? ¿Tiene algún gusto? ¿Qué sensación os procura? ¿La sentís deslizarse a lo largo de vuestro esófago hasta el estómago?
Puede que hayáis empleado un minuto largo para beber este vaso, o bien sólo habéis empleado algunos segundos, si no habéis estado atentos a lo que hacíais. Pero durante esos discretos segundos, el discurso mental se ha atenuado, la agitación interior se ha apaciguado.
Han introducido la meditación en un acto cotidiano.
Podéis hacer lo mismo al andar, cuando coméis, cuando fumáis un cigarrillo. Pero también cuando os concentráis en el cuerpo y sobre las tensiones que lo habitan, volviendo la atención hacia los hombros tensos por el estrés del trabajo, hacia los entrecejos fruncidos o incluso en las mandíbulas apretadas.


Original de Jaïs Pingouroux.

Traducción de Francisco Hidalgo en Axis.

miércoles, 23 de junio de 2010

Anexo: Trabajo con las Emociones (tabla)

Para terminar la serie de artículos del "Entrenamiento en cinco puntos", muestro aquí la traducción de unos apuntes añadidos por el autor; cuyo propósito fue ayudar a aclarar el sentido general de estos textos, de modo informal, a quienes iba dirigido originalmente (1996). Tras revisar su contenido, me ha parecido oportuna su inclusión, que espero pueda ser útil ahora a quienes siguieron esta serie de artículos en este blog.


Pulsa sobre la imagen para agrandarla y así poder leerla con mayor claridad.


Original de Jean-Luc Colnot.
Traducido por Fcº Hidalgo en Axis.

lunes, 21 de junio de 2010

La Conciencia Superior

Este último aspecto del entrenamiento en cinco puntos parece ser el resultado y la quintaesencia de las cuatro prácticas precedentes, al mismo tiempo que la base sobre la cual se construirá el futuro trabajo del compañero de la Escuela del Despertar.

Si bien solo parece ser un resultado, este quinto aspecto del trabajo de aprendiz no supone menos prácticas y técnicas específicas. Sin embargo, aquí no se trata de desarrollar directamente estados de consciencia superior y de Presencia, sino más bien de trabajar en la eliminación de los obstáculos que lo impiden y en las recuperaciones egóticas que le suceden.

Para trabajar en este territorio estremadamente sutil correspondiente al elemento Éter, el instructor usa los recursos que la misma Gnosis pone entre sus manos.

Me parece sin embargo prematuro consignar por escrito las bases de este trabajo. Lo único que se puede decir por ahora, es que el trabajo propio de este aspecto del entrenamiento en cinco puntos no se puede realizar desde la conciencia ordinaria, tanto por parte del instructor como del aprendiz. El lugar de encuentro y de práctica es el lugar de la Presencia. Apoyándose pues en la claridad extrema de la Presencia para poder prolongar el trabajo interior. Aquí, se trata de una inmersión en apnea en el mismo corazón de su mundo interior, inmersión sostenida por una claridad de visión mucho más profunda que la de la consciencia ordinaria, ya que se desarrolla directamente gracias a la Presencia. En este trabajo, el aprendiz y el instructor operan apoyándose en poderes espirituales que la consciencia ordinaria ignora. La mirada está modificada por una cualidad penetrante de precisión extrema. Se percibe lo sutil, lo tenue, lo inaprensible que se despliega bajo la superficie visible. Un universo interior velado por el movimiento incesante de las olas exteriores que captan toda atención e impiden dicha inmersión en el corazón del oceano, dejada atrás la espuma de las apariencias, comienza a dejarse entrever. Para ésto, hace falta cierta madurez del ser que se deja atrapar menos por los reflejos sin fin de las formas mentales y se apoya “en otra parte” en la otra orilla. Porque es necesario habitar una pequeña parcela de esta Tierra Pura que no pertenece en absoluto al “devenir”,
es decir haber desarrollado cierto estado de quietud, inmovilidad, claridad, para crear la distancia que permita observar lo que escapa a la mirada común. Esta visión profunda y penetrante no es un análisis, una introspección o una reflexión en nosotros mismos, sino cierta cualidad de atención, de Presencia, límpida y luminosa. Ésta es la base del trabajo propio al quinto aspecto del entrenamiento del aprendiz. Es también una visión fulminante que rebota en el menor impulso mental, antes incluso de que éste se haya expresado enteramente, una visión que percibe este instante casi imperceptible en el que nace la sensación de identidad, donde se revela el ego; esta décima de milésima de segundo donde se muestra sin máscara.

Ordinariamente, siempre es después cuando percibimos el pensamiento o la emoción, una vez que ya se ha instalado en la consciencia. Hemos sido tomados, llevados, poseídos por ellos y solo podemos comprenderlo “retrospectivamente”, Dando una vuelta sobre nosotros mismos que deja escapar este momento del nacimiento de la ilusión. Pero en la calma y la claridad de la Presencia, vemos realmente como se forma la persona, como nace, se desarrolla, se disuelve, de instante en instante, y profundizando siempre más en ese mecanismo, todas las creencias, todas las evidencias caen y nos dejan completamente desnudos, Insondable Caballero de lo Abierto.

Esta cualidad penetrante de la consciencia está también presente durante el ritual de iniciación del aprendiz. Y si el alumno la reconoce, necesariamente es porque participa de ella.


Original de Jean-Luc Colnot.
Traducción de Francisco Hidalgo en Axis.

Al calor de la Tradición

lunes, 7 de junio de 2010

Niña Luna

Sufrimiento y aspiración al trabajo

Cada uno de los principios del entrenamiento en cinco puntos requiere ser vivido profundamente si se desea hacer brotar de él todo su potencial. El cuarto principio del entrenamiento del aprendiz no escapa a esta imperiosa condición. El aprendiz deberá aprender aquí a reconocer en profundidad el sufrimiento de los seres humanos y la causa de los mismos. El principio básico de este cuarto aspecto del entrenamiento en cinco puntos es tan simple como los precedentes, aunque la verdad que evoca convenza menos al hombre. Por otra parte, se puede pensar que esta dificultad esta relacionada con el apego que nos une a los placeres y a las posesiones personales. La potencia de este apego nos impide ver toda la sabiduría y simplicidad de este principio básico del cuarto aspecto del entrenamiento en cinco puntos. La práctica del cuarto punto nos exhorta a tomar conciencia del sufrimiento que causa el ego, no solo a nosotros mismos, sino a todos los seres vivos. La verdad esencial de la condición vital egótica es el sufrimiento. Si tomamos realmente conciencia de esta verdad y la aceptamos profundamente, necesariamente encontraremos la fuerza para comprometernos en el camino iniciático que conduce a la muerte interior. De lo contrario, si verdaderamente no hemos percibido clara y vividamente, los sufrimientos relacionados con el funcionamiento de los valores egóticos, nuestra práctica seguirá siendo muy superficial, porque no entrañará una total participación de nuestras fuerzas. Por eso, la meditación sobre el sufrimiento de los seres humanos y sobre el que causamos a los demás es tan importante. Si el prisionero no es consciente de la incomodidad y del sufrimiento de su situación, nunca despertará en él la aspiración a la libertad y al trabajo interior. Progresar del malestar hacia el bienestar no basta y la vía está lejos de resumirse a tal objetivo, que solo conduciría a producir karma, positivo, si; pero un karma al fin y al cabo. Para que el aprendiz pueda convencerse realmente de la verdad del principio del sufrimiento, le será necesario recordar el segundo principio, el de la impermanencia. Ningún bienestar puede ser definitivo, ningún karma positivo podría ser duradero, ningún placer podría satisfacerse permanentemente. En el fondo, el deseo, cuando se confronta al principio de la impermanencia, desemboca necesariamente a la frustración y al sufrimiento. En efecto, somos como un alcohólico que no puede dejar de beber ni cuando está ebrio; nunca estamos plenamente satisfechos por las alegrías y placeres de los que nos beneficiamos, porque estamos apegamos a ellos, a pesar de que la intuición nos señala su impermanencia y de que el miedo nos hace presentir que son efímeros.
Los goces a los que aspiramos no dejan de generar deseos siempre crecientes. De acumulación en acumulación, de apego en apego, el ego solo puede generar sufrimiento, porque apego e impermanencia no hacen buena pareja, acumulación y fluidez se oponen inexorablemente. Tenemos que poner fin a tal situación, pero antes, debemos estar firmemente convencidos de su carácter negativo e inútilmente doloroso. Mientras no hayamos comprendido en profundidad los mecanismos generadores del sufrimiento, no seremos capaces de desarrollar una aspiración real al verdadero trabajo iniciático. No tenemos la menor posibilidad de conservar para siempre los objetos de nuestro goce. Esta fluctuación de una condición a otra es inevitable, porque es la naturaleza misma de la existencia, ninguna riqueza del mundo, ningún placer puede acompañarnos por mucho tiempo; incluso si el mundo o el universo entero nos perteneciera, porque pronto nuestra vida llegará a su fin y tendremos que dejar todo para ir hacia una nueva condición.

Conviene precisar aquí que no son los placeres y las posesiones los que se apuntan. Porque los objetos y las situaciones no son los responsables de nuestro sufrimiento. El trabajo sobre el cuarto aspecto del entrenamiento en cinco puntos no pone la atención en absoluto en los placeres ni las posesiones. Estas cosas no son ni buenas ni malas. Por el contrario, el cuarto aspecto del entrenamiento del aprendiz nos hace trabajar sobre el apego a estas cosas. En efecto, las causas reales del sufrimiento no están asociadas a las situaciones ni a los objetos sino al apego o rechazo que experimentamos en presencia de estos estímulos exteriores. Demasiado a menudo, atribuimos a las situaciones y a los objetos mucho más poder del que tienen realmente. La causa del sufrimiento está ante todo en nosotros mismos, en el apego que experimentamos.
La práctica y las técnicas propias del cuarto aspecto del entrenamiento del aprendiz nos enseña a encontrar la distancia conveniente en relación a los deseos, placeres, sufrimientos y dolores de la existencia. Asociado al fuego, este cuarto aspecto nos muestra que una aproximación irrespetuosa a la vida provoca quemaduras y que una huida y lejanía de la lumbre nos hace morir de frío. Encontrar la distancia óptima aquí es esencial. Esta distancia ideal está determinada por el desapego. Tomamos lo que la vida nos ofrece, pero no retenemos nada.

La meditación sobre la condición del sufrimiento del modo de vida egótico nos conduce a un compromiso más franco en la vía de la iniciación. La consciencia del sufrimiento nos empuja a trabajar y producimos así el calor interno sin el cual no es posible hacer cosa alguna en el sendero espiritual. Este calor es la energía de la compasión y el amor. El sufrimiento nos ha tocado profundamente. Estamos dispuestos a trabajar para vencer en nosotros mismos lo que puede ser fuente de sufrimiento para nosotros y para los demás. Y esta disposición es el amor. El primer aspecto del trabajo del aprendiz nos hace descubrir la solidez de la tierra, el segundo aspecto nos conduce hacia la percepción de la fluidez asociada al agua, el tercer aspecto manifiesta la inaprensibilidad del aire y la interdependencia entre todas las cosas. El cuarto aspecto del trabajo del aprendiz nos ofrece compartir el calor compasivo del fuego.

Desde luego, este calor compasivo del fuego está encarnado también por el instructor. Si el aprendiz adopta durante el ritual una distancia incorrecta, el fuego puede quemarle o puede sentir frío. Una proximidad demasiado arrogante y con falta de humildad desencadenará necesariamente un sufrimiento, una quemadura. El instructor será percibido entonces con un aspecto fulminante. Al contrario, una distancia huidiza e indiferente helará la situación. Es probable que en este tipo de situación, el instructor renuncie a la celebración del ritual. Por el contrario, cuando el aprendiz encuentra la distancia correcta, experimenta calor y respeto. Siente que algo se le ofrece, algo que comparte plenamente su condición humana y los sufrimientos asociados a su historia personal. Tras una dulzura extrema, experimenta una firmeza que impone el respeto; o bien, tras una gran firmeza, siente una dulzura discreta pero de una potencia enorme. Así es el fuego interior que el cuarto aspecto del entrenamiento en cinco puntos, despierta en quien lo practica.

Original de Jean-Luc Colnot
Traducción de Francisco Hidalgo en Axis.

domingo, 30 de mayo de 2010

La renuncia y la aceptación

El tercer aspecto del entrenamiento en cinco puntos se refiere a la noción de inaprensibilidad. Así como el aire es inaprensible e invisible, la naturaleza esencial de todo es igualmente inasequible al mental, más allá de toda aprehensión. La meditación sobre la vacuidad y la inaprensibilidad de todas las cosas constituye la base práctica de este tercer aspecto del trabajo del aprendiz.
Este aspecto del trabajo interior se relaciona con el aire. Símbolo de movilidad y de comunicación, el aire es una representación general del espacio. La meditación de la incognoscibilidad debe llevar al aprendiz a concebirse como parte del espacio más que como entidad separada de su medio ambiente. Si reflexiona profundamente en todos los elementos que lo constituyen, el aprendiz descubrirá que es el producto puro del espacio y que no tiene ninguna realidad personal. Su cuerpo es producto del exterior, su pensamiento es producto de un aprendizaje importado en su sistema y no tiene ninguna realidad independiente del resto del mundo. Todo está en relación con todo y la idea de un yo separado del universo es una simple impresión del espíritu. Este aspecto de lo real nos responsabiliza y nos hace comprender que no estamos solos en el mundo. Nuestras acciones, pensamientos y emociones tienen consecuencias sobre todo lo real. Generando un gran sentido de la responsabilidad, esta meditación va más lejos aún, volviendo a poner en cuestión la idea misma de una existencia separada e independiente. Sin las estrellas, yo no existiría. Sin el sol, no existiría. Sin la tierra, el agua, el fuego y el aire, yo no existiría.
Sin mi padre, mi madre, mis amigos, la sociedad y toda la humanidad, yo no existiría. Yo mismo, como entidad independiente del universo, no tengo existencia alguna. He aprendido a andar viendo andar a los demás, a hablar viendo hablar a los otros. Si hubiera crecido entre lobos, no sabría caminar, pensar ni hablar. Todo lo que soy me ha sido comunicado por el espacio exterior. En estas condiciones, hablar de una liberación personal es una aberración. No puedo ser libre si el resto del universo queda prisionero. La profundidad de esta meditación debe conducir al aprendiz a la renuncia total a los frutos de su práctica. La liberación personal es un mito y el ego no puede esperar liberarse. Debe ocurrir una renuncia total a este sueño infantil del materialismo espiritual, gracias a las prácticas y técnicas propias de este aspecto del trabajo del aprendiz. Debe despedirse definitivamente de las falsas esperanzas de liberación y de las promesas de Luz. Porque en el camino de la iniciación, no hay ninguna promesa al ego y ninguna esperanza le es dada. Sin embargo, la renuncia solo es posible en la medida en que el principio de inaprensibilidad ha sido perfectamente integrado. El yo es una noción inaprensible en el sentido en que no existe nada como un ego susceptible de vivir independientemente del resto del universo. El aire es el espacio comunicacional que da coherencia al Todo. No hay ninguna realidad independiente y la misma naturaleza del Todo es incognoscible e impalpable. Así pues, el aprendiz es conducido a la renuncia por una comprensión muy clara de la naturaleza vacía del yo. No le basta afirmar alto y fuertemente que el viejo hombre es impotente para hacer algo para liberarse. En efecto, la experiencia muestra que en detrimento de esas bellas afirmaciones, el alumno sigue sugestionándose de una posibilidad de liberación personal, incluso después de años de práctica. Por eso conviene tanto vivir profundamente esta verdad de la ausencia de promesas y esperanzas para los valores del ego. Éste no puede ser liberado ni salvado, muy simplemente porque no tiene realidad objetiva. Además, el aprendiz no está conducido solamente a renunciar a la liberación personal, sino que también toma conciencia de la necesidad de participar en el mundo y contribuir con el servicio desinteresado a la liberación de todos sus hermanos humanos. Sintiéndose responsable y solidario con el mundo, el aprendiz renuncia a trabajar para sí mismo y orienta la intención de su búsqueda hacia el bien de todos los seres vivos, en un paso caracterizado por una total ausencia de expectativa personal de recompensa espiritual.

Un aspecto no despreciable del trabajo de este nivel está constituido por la comprensión muy completa del carácter abierto e incognoscible de todo. Una comprensión bien clara de este principio conduce a la renuncia completa de las pretensiones espirituales del yo, que no puede ni saber, ni captar lo real por lo retorcido de sus proyecciones mentales. Esta incognoscibilidad es plenamente aceptada como parte de la naturaleza de la realidad. Si el trabajo de este nivel se sigue con total seriedad, desemboca necesariamente en la renuncia a quien renuncia y a la incognoscibilidad de quien acepta la incognoscibilidad. El yo reencuentra entonces su naturaleza esencial, que es espacio puro, pura vacuidad.

A cada instante creamos nuestra realidad, cuando se trata a lo sumo de una de las posibles percepciones de una parte de la realidad. Mientras nos enganchamos a nuestra idea de la realidad, no podemos comprender el carácter altamente incognoscible y mágico de lo real. Por eso, es importante meditar sobre este aspecto inasequible e invisible del aire, del espacio, del vacío, de lo real. Imaginad por un momento, que nuestros ojos pudieran percibir otras frecuencias de la luz. Los rayos X, por ejemplo. El mundo exterior nos parecería entonces muy distinto, nos sumergeríamos en un universo translúcido, donde todas las cosas se superpondrían, por transparencia; más o menos como sonidos musicales que se mezclan. Imaginad este entorno. Todo ahí sería diferente, nuestros hábitos, nuestro comportamiento, nuestra personalidad, modificaría a toda nuestra existencia profundamente. Viviríamos otra realidad y sin embargo, se trataría siempre del mismo mundo, el que existe aquí mismo, en el momento en que escribo; solo nuestra relación con el mundo habría cambiado. Es muy necesario comprender que lo real no se para ahí donde dejamos de percibirlo. Lo que nos muestran nuestros ojos, solo son nuestros límites, no los de la realidad. Si desplazamos o si abrimos estos límites, nuestros límites, nuestra conciencia, nuestra vivencia de la realidad se transforman totalmente. En este ejemplo de los rayos X, se trata de nuestros límites fisiológicos, que pueden superarse con instrumentos ópticos, pero cuya apertura no se realiza verdaderamente en nuestra vivencia cotidiana, seguramente porque los instrumentos que la producen no nos acompañan en cada momento, pero sobre todo porque esos instrumentos son ampliaciones para el ojo, que en sí mismo es un instrumento y que este conjunto instrumental está al servicio de un espíritu que tiene también sus límites: límites culturales, racionales... Es éste el nivel al que deben abrirse nuestros límites, para cambiar radicalmente nuestra conciencia de lo real. Estos límites, cuando nos son comunes, son extremadamente útiles, porque mantienen nuestras conciencias en simbiosis, al mismo nivel de lectura de lo real. Así, viviendo unos y otros la misma interpretación del mundo, podemos encontrarnos en ella, comunicarnos, intercambiar informaciones, actuar juntos, fabricar un lenguaje, una cultura. Lenguaje y cultura que, de rebote, fabrican nuestros límites. Los límites engendran lo que les engendra, el sistema se muerde la cola, el ciclo se recicla y gira... Así, cada día nos despertamos en la misma realidad que el día anterior. Esta cosa es como esto y se llama así, esta otra es como eso y se llama “asá”. Es sólido y concreto. Pero el trabajo del tercer aspecto del entrenamiento en cinco puntos hace saltar esas seguridades. En la conciencia ordinaria, pagamos cara esa comodidad, porque mientras mantenemos esta realidad, esta realidad nos mantiene en ella y estamos sujetos a ella, hasta el punto que olvidamos que esta realidad usual solo es la parte visible del iceberg, que forma parte de una realidad infinitamente más vasta que no se queda donde dejamos de percibirla y comprenderla. Entonces, olvidando esta totalidad, somos llevados a negar todo lo que no entre en nuestros límites y sobre todo, todo lo que podría sacudirlos, sacudirnos. Necesitamos defender nuestro territorio contra todas las “imposibilidades” molestas que se encuentran al otro lado y que buscan infiltrarse por las grietas de nuestro razonamiento, abriendo las puertas de nuestras paradojas, para llegar a introducir el caos en nuestro pequeño rincón de realidad tan bien ordenado. A cada instante creamos nuestra realidad y sobre todo, nos las arreglamos para REcrear la MISMA realidad, ésto, con el fin de mantener esos límites aseguradores, mantener nuestra realidad. En el fondo, el espacio nos aterroriza y buscamos protegernos. Para ello disponemos de una cantidad de “trucos” y “sistemas” que nos sirven para acomodar y asimilar lo real. El trabajo del tercer principio del entrenamiento en cinco puntos, pone la atención pues, tanto en la meditación de esos trucos, como en sacarlos a la luz.

El simbolismo del aire en este grado, evoca también la noción de transparencia. Se trata de encontrar directamente lo real, sin ninguna proyección del mental y sus puntos de referencia. Es cierto que no se trata en este estado de un Despertar total. Sin embargo, el trabajo realizado a este nivel permite descubrir un espacio empírico portador de las cualidades del Despertar e inductor de clarividencia.
El tercer punto permite pues despertar las siguientes potencialidades: transparencia, responsabilidad, incognoscibilidad, inasequibilidad, movilidad y apertura de los moldes conceptuales, capacidad de confundimiento y unidad, vastedad y espacio, renuncia al yo y aceptación profunda de ser solidario con lo real. Aceptación de lo que es.

Al nivel del ritual, este aspecto de la práctica está también encarnado por el instructor y puede expresarse de modos muy variados. El aprendiz tiene la impresión constante de ser percibido desde el interior. No deja de estar contrariado en su voluntad de apego y le parece que el instructor se mueve en un registro totalmente distinto al suyo, como si se situase según la perspectiva de otra realidad. El misterio y la magia que se siente tras el funcionamiento mental del instructor forman parte de este tercer aspecto del entrenamiento en cinco puntos. Para el aprendiz, ésto produce una sensación difusa de amenaza para sus esquemas mentales. Un miedo inexplicable le sacude por momentos. Se siente desnudo, completamente a la vista. El instructor está en posesión de los puntos de referencia del aprendiz, y los usa mucho mejor aun que el aprendiz mismo. Por el contrario, ningún punto de referencia parece convenir para el instructor que permanece incognoscible, lo cual pone al aprendiz en una posición bastante delicada. En este estado, el aprendiz se siente ciertamente muy vulnerable.


Original de Jean-Luc Colnot
Traducción de Francisco Hidalgo en Axis.

domingo, 16 de mayo de 2010

La impermanencia y la muerte

En el transcurso del trabajo vinculado al primer aspecto del entrenamiento en cinco puntos, el aprendiz ha tomado conciencia del milagro que constituye el simple hecho de vivir. Al abrirse y hacerse disponible a este principio, su actitud ha cambiado profundamente. No comprende este milagro solo con la cabeza, sino que igualmente, tiene el sentimiento y la sensación de dicho milagro. Esta verdad está profundamente anclada en él; la ha visitado en sus múltiples aspectos a través de una práctica destinada a poner de relieve lo que todo el mundo conoce y que nadie experimenta realmente, salvo en raras ocasiones. La condición extremadamente preciosa de la experiencia humana le aparece con fuerza y siente que no conviene despilfarrar su potencial extraordinario. Debe aprovechar intensamente las Gracias que cada momento pone a su alcance para poder cumplir el trabajo iniciático.

El segundo principio del entrenamiento en cinco puntos está relacionado con el elemento agua. Está basado en otra verdad simple y evidente: nada dura, todo es impermanente. Lo nacido deberá morir, lo aparecido deberá desaparecer, lo compuesto deberá descomponerse. Todo es pasajero, inestable y fluido. Mientras que el primer principio insiste sobre el milagro de estar vivo, el segundo parece subrayar el carácter inevitable de la muerte. El aprendiz deberá conducir una meditación sobre la impermanencia y la muerte que lo llevará poco a poco al desapego y a tomar conciencia de lo que es esencial y lo que no lo es. Su práctica se encontrará purificada de todas las malas intenciones. La ganancia, el renombre, los alagos, los deseos mundanos de reconocimiento, la persecución de lo perecedero se relativizan aquí por el principio de la impermanencia y la muerte. Al realizar el extraordinario valor de la existencia humana, y determinados a hacer de ella el mejor uso posible, podría suceder que, demasiado ocupados en los asuntos de este mundo, remitamos continuamente al futuro nuestra práctica espiritual. Sin embargo, tal actitud está totalmente desprovista de fundamento. Si tuviéramos la certeza de vivir mucho, hasta cierta edad, podríamos hacer planes de practicar la vía en el futuro; pero realmente podemos morir en cualquier momento y no disponemos de ningún medio para huir de la muerte. Allá donde nos escondamos, la muerte nos alcanzará. No hay ningún modo de apartarla. Ella toca al pobre, al rico, al célebre y al desconocido, al niño y al viejo, al sabio y al loco. Meditando sobre ésto, al tomar conciencia del carácter inevitable de la muerte y del hecho de que ignoramos cuándo llegará nuestra hora, podremos obrar progresivamente una transformación en las actitudes de nuestro espíritu. Despilfarramos nuestra vida en actividades rutinarias y la muerte sobreviene súbitamente, poniendo fin a nuestra existencia. Realizando la impermanencia de nuestra existencia, llegaremos a rechazar la idea de más esperas para consagrarnos al trabajo inciático y tomar la decisión de aplicarnos a él desde ya, sin dejarnos ir en tergiversaciones engañosas. Esta conciencia de lo que es importante y de lo que no lo es se hará más precisa. Las cosas llegarán a ocupar su verdadero lugar. Porque si bien tenemos la certeza de la muerte, no tenemos ninguna certeza en cuanto al momento en que se producirá. Debemos pues aprovechar la existencia presente, con el fin de realizar el trabajo interior para el cual vinimos a la existencia.
A modo de ejemplo, presento un ejercicio correspondiente al segundo principio del entrenamiento en cinco puntos. Está destinado a desarrollar cualidades indispensables para nuestro caminar y se compone de dos partes: una meditación sobre un tema y una práctica en la vida activa.
Se empieza por una meditación clásica. Después de un cuarto de hora, nos tumbamos sobre la espalda, brazos y piernas separados, como un pentagrama viviente. Nos relajamos, después meditamos sobre lo siguiente. “Todo lo que está ahí va a desaparecer, todo lo que soy va a morir”. Esta meditación no debe limitarse al hecho de saber que se va a morir. Por el contrario, hay que experimentar el sentimiento de esta muerte, hacer viva en la conciencia la realidad de esta muerte. Si no lo conseguimos, la visualización puede mostrarse útil. Imaginemos nuestro cuerpo corroído por los gusanos, su olor de muerte y pudrición. Una vez convertido en esqueleto, vemos los huesos hacerse polvo, hasta que ya no queda nada. Para que esta práctica sea eficaz, conviene no hacerlo situando su cuerpo delante de sí, como si se tratase de cualquier otro. Al contrario, realmente se trata de nosotros... Podemos soñar igualmente lo que quedará de nuestro yo, de nuestros pensamientos, de nuestras emociones. Podemos pensar en el sentimiento de tristeza y en todas las lágrimas que provocará nuestra muerte. Si ésto no es suficiente, podemos conducir esta meditación por un cementerio. Esta práctica parece morbosa, pero la muerte no tiene nada de morboso. En realidad, si nuestro yo se condicionó muy temprano para hacerse creer que era inmortal, nuestro cuerpo, en lo que a él se refiere, sabe mucho mejor que nosotros que es mortal. Por eso, cuanto más impliquemos al cuerpo en nuestra meditación, más eficaz será ésta. Una serie de respiraciones profundas durante 20 ó 30 minutos, manteniendo en el espíritu la verdad de nuestra muerte. Ésto puede acarrear espasmos, miedos irracionales, etc..., pero hay que continuar el ejercicio, hasta que la calma vuelva, al aceptar profundamente la idea de la muerte, incluso por nuestro cuerpo.
Puntos desarrollados en esta práctica: el desapego, la conciencia de la impermanencia, la aceptación, la compasión y el amor, la paciencia (porque todo pasa, hasta la prueba), el sentimiento de urgencia del trabajo, la constancia, el compromiso, el paso a través del miedo, y por tanto el soltar, el respeto a la vida.
Para que dé resultados efectivos, esta práctica debe usarse durante varias semanas. Podemos retomarla cada vez que sintamos que la necesitamos. Igualmente, podemos ritualizarla.

En cuanto a la práctica en la vida activa, ésta consiste en que cada vez que digamos adiós a alguien, tomemos conciencia de su naturaleza mortal: “Un día u otro, ella, él también morirá. Y yo también moriré”. Este sentimiento desarrolla una gran compasión. Podemos unirle el sentimiento del carácter imprevisible de la muerte. Puede que no volvamos a ver nunca más a la persona de la nos hemos despedido. Esta práctica es muy potente. Podemos también extenderla a las situaciones: “Ésto ocurre, ésto pasará”.

El segundo aspecto del entrenamiento en cinco puntos encarna una gran fluidez. Ya que todo es pasajero e impermanente, conviene estar muy desapegado, a fin de poder seguir el flujo de lo que es. El trabajo asociado con este aspecto desarrolla una sabiduría similar a las cualidades del agua. Esta gran fluidez parece encarnada por el instructor en el momento del ritual. Las palabras parecen brotar con espontaneidad y fluidez. Se corresponden exactamente a las necesidades del instante. Los gestos desprenden una gran armonía. Como el agua, el instructor se parece a un espejo. Todo lo refleja y nada retiene. Y al verse así reflejado, el aprendiz aprende mucho sobre sí mismo, él quién se creía permanente, independiente del flujo de la vida.


Original de Jean-Luc Colnot
Traducción de Francisco Hidalgo Salado en Axis.

martes, 4 de mayo de 2010

La evidencia de la Gracia

La primera práctica del entrenamiento en cinco puntos, descansa sobre este principio simple e indiscutible: Estamos vivos. A primera vista, puede parecer extremadamente simplista fundar una práctica espiritual sobre una evidencia así. En el fondo, sabemos muy bien que estamos vivos y no vemos cómo podríamos profundizar más en esta verdad que parece obvia. “De acuerdo, estoy vivo. ¿Y qué?”.

Sin embargo, a través de la meditación frecuente de esta idea : estamos vivos y conscientes de ello; esta cuestión puede conducir a numerosas realizaciones interiores.

El hecho de estar vivo es sin duda el misterio más grande y debemos apreciar profundamente el carácter raro y precioso de nuestra existencia. Hemos venido al mundo, nuestro corazón late y somos conscientes de estar en vida. Es absolutamente extraordinario. Tenemos ojos para ver, orejas para oír, pies para caminar y una boca para comer. Todo ésto es infinitamente bueno. Estas cosas que damos por sentado son realmente maravillosas. Por eso, la meditación sobre el hecho de estar en vida nos conduce a descubrir la Gracia evidente y ordinaria que nos acompaña en cada segundo.

La existencia humana es extraordinariamente ordinaria. El que podamos ver y oír es extraordinario. El que podamos respirar y pensar es del todo milagroso. No hay que esperar a la manifestación de los estados superiores de la conciencia, para darse cuenta de la extraordinaria sabiduría que preside en el simple hecho de estar vivo. Todo en nuestra existencia natural es de una precisión inaudita. Nuestro metabolismo, los órganos de la percepción, las diferentes funciones de nuestro cuerpo y de nuestra psique; más aún, la naturaleza que nos rodea, el aire que respiramos y que parece tan perfectamente concebido para mantenernos en vida, el agua que bebemos, la boca que nos permite beberla y el conjunto de nuestro sistema corporal de asimilación; todo ésto es realmente extraordinario y milagroso. Y el más grande de los milagros, es que podamos darnos cuenta y ser conscientes de estas maravillas.

La primera práctica del entrenamiento en cinco puntos está ligada a la tierra. No se trata de lanzarse a grandes especulaciones metafísicas, sino de mirar simplemente en qué se basa nuestra existencia. La tierra sobre la que estamos es fundamentalmente buena y generosa. El aire no rehuye a nuestros pulmones ni el sol a nuestra mirada. Todo está abierto y disponible. Al mismo tiempo, el hecho de estar en vida es extremadamente concreto. No se trata de mirar hacia el cielo en busca de milagros y maravillas, porque lo milagroso y lo maravilloso están ahí, en cada momento.

En el fondo, estamos llevados por la Gracia. Disponemos de recursos inmensos que se nos abren continuamente. Podemos respirar, beber y comer, y ésto es ciertamente extraordinario y bueno. Pero estamos tan acostumbrados a buscar más y a concentrarnos en lo que nos falta, que olvidamos lo que ya está ahí.
Ya no vemos el milagro de nuestra existencia y la bondad fundamental que nos mantiene vivos. Sólo cuando estas cosas simples llegan a faltarnos, nos damos cuenta de su inestimable valor. El primer grado del entrenamiento en cinco puntos nos devuelve a la simplicidad de nuestra existencia. Vemos y es maravilloso, sentimos y es fantástico, pensamos y es milagroso. En todo esto hay algo bueno, sólido y concreto que el primer grado del entrenamiento en cinco puntos se encarga de hacernos reencontrar ya de manera consciente. El carácter abierto de las cosas más simples de la vida nos devuelve confianza. El mundo no es nuestro enemigo y tampoco tenemos que conquistarlo. Al contrario, se abre plenamente a nosotros. Nos ofrece aire que respirar y alimento que comer. Si el aire o el alimento llegan a faltar, algo perturba el equilibrio naturalmente bueno de la existencia. Y así, al redescubrir las cualidades simples de la vida, nos descubrimos rodeados de Gracia y sostenidos firmemente por una tierra que inspira confianza y apertura.

Para muchos, la mera meditación sobre este principio del carácter precioso y milagroso de la vida no basta para extraer totalmente de él todas las potencialidades. Estamos tan acostumbrados a quejarnos de ésto o de aquello, que nos olvidamos de considerar las cosas simples que nos rodean en su justo valor, así como la vida misma, que nos hace respirar, hablar, ver, oír y amar. Por tanto, puede ser necesario, cuando se desea realizar plenamente esta conciencia del milagro de estar vivo, recurrir a técnicas más precisas y rigurosas. Así, se le puede proponer al aprendiz participar en una práctica de una semana enteramente dedicada a este principio de la apreciación de estar vivo. Ahora bien, para apreciar realmente algo, a veces puede ser útil ser privado de ello. Así, aquel que se alimenta poco o hace un ayuno, toma mejor conciencia de la gracia que supone poder satisfacer su hambre en la vida cotidiana. Si su sueño, durante la práctica, se corta o perturba, entonces tomará conciencia de la gracia simple y evidente que recibe cuando puede dormir regularmente. Si se le reduce a la inmovilidad, tomará conciencia de la gracia que constituye la posibilidad de movimiento. Si se le mantiene en movimiento, se dará cuenta de la gracia que hay en el hecho de poder reposar, etc. Una práctica de una semana, enteramente centrada en este punto del entrenamiento del aprendiz, puede permitir integrar realmente esta verdad simple de la Gracia natural.
Cuando vuelve a su casa, después de la práctica, el aprendiz ha ganado en fuerza y simplicidad. Aprecia mejor las dádivas de cada instante. Aprecia mejor el hecho de poder comer, dormir, hablar, respirar... Saborea las cosas simples de la existencia y aborda cualquier dificultad a partir de este suelo extremadamente estable de la evidencia de la Gracia.

El objetivo de este texto no es ser exhaustivo y existen muchas más técnicas capaces de desarrollar las potencialidades relacionadas con el primer aspecto del entrenamiento en cinco puntos. Las cualidades generadas por este trabajo sobre la evidencia de la Gracia son las siguientes: Estabilidad, solidez, Fe, sencillez, confianza, presencia, alegría, paciencia, generosidad y apertura.
El aprendiz reconocerá estas cualidades en el instructor, y más concretamente en el momento de celebrar el ritual de aprendiz. En esta ocasión, el instructor da una impresión de gran fuerza y extraordinaria estabilidad. Su actitud parece conectada a la tierra y estar desprovista de toda indecisión. Antes, durante y tras el ritual, el instructor no se pregunta si llegará a encarnar o no el principio espiritual que debe comunicar. No se plantea si el aprendiz va a realizar o no la experiencia de la naturaleza fundamental del espíritu. El instructor no se preocupa de ninguna cuestión y actúa sin el menor atisbo de duda o indecisión. En éste sentido, emana de todo su ser una impresión de fuerza y solidez. Encarna la Fe. Igual que cuándo respiramos no tenemos ninguna duda de que el aire que respiramos está bien ahí, así, cuándo celebra el ritual, el instructor no tiene ninguna duda respecto a la efectividad de la Presencia. Esta ausencia de indecisión da a la situación una potencia excepcional. El instructor no se da la vuelta sobre sí mismo para comprobarse. No se pregunta si va a funcionar o no. Se contenta con estar ahí simplemente, tan sólido como la tierra. Esta actitud espontánea y natural, estable como el elemento tierra, comunica al aprendiz una impresión de potencia y de Fe. Provoca una situación de la que las palabras solo pueden rendir cuenta muy imperfectamente.


Original de Jean-Luc Colnot
Traducción de Francisco Hidalgo Salado en Axis.

domingo, 2 de mayo de 2010

Introducción al entrenamiento en cinco puntos.

El grado de aprendiz no se limita solamente a un ritual de paso, sino que mucho más allá del aspecto ceremonial de la iniciación, se presenta al estudiante una auténtica práctica específica, con el fin de permitirle comprometerse más adelante en la vía del conocimiento de sí mismo y desarrollar las cualidades internas necesarias para un caminar eficaz.

Antes de enumerar y describir someramente la práctica específica del aprendiz, conviene recordar que ésta no anula en absoluto los compromisos anteriores del estudiante. En efecto, esta práctica no está destinada a reemplazar los ejercicios que el estudiante cumplía antes de ser aceptado en el grado de aprendiz. Así, los ejercicios de relajación, de meditación y de observación de sí continúan siendo, más que nunca pertinentes para el grado de aprendiz. Por el contrario, la práctica del alumno profundiza apoyándose sobre las experiencias anteriores. El entrenamiento en cinco puntos del grado de aprendiz viene pues a completar los ejercicios precedentes y no los invalida. No dispensa de la meditación cotidiana ni de la observación de sí mismo. Al contrario, se apoya en la práctica regular de esta primera disciplina de trabajo. Además, el entrenamiento en cinco puntos reposa sobre la base esencial de la Fe, tal como la definimos en el capítulo precedente. Por otra parte, el primer punto de entrenamiento está en estrecha conexión con la Fe, ya que se trata de un trabajo sustentador sobre la Evidencia de la Gracia.

Este capítulo no tiene la pretensión de transmitir todo lo que hay que saber sobre el entrenamiento en cinco puntos y todos los ejercicios susceptibles de ser propuestos a un alumno de este nivel. Constituye solo un recordatorio y un breve resumen de la practica del aprendiz. Conviene pues que el instructor lo complete abundantemente con una instrucción oral y con ejercicios individuales.

Los cinco puntos del entrenamiento del aprendiz siguen un orden cronológico que conviene respetar lo mejor posible. Sin embargo, es necesario señalar que la práctica de los cinco puntos conduce idealmente a la simultaneidad. Además, ciertos alumnos llevan en ellos mismos ya el germen de uno o varios de los puntos de entrenamiento. El instructor puede por tanto, aprovecharse de esta oportunidad para hacer desarrollar por el alumno los puntos que emergen naturalmente y cuando el potencial parezca más disponible en el instante. Es la razón por la que ciertos ejercicios de la práctica en cinco puntos, pueden ser comunicados al alumno antes de su admisión al grado de aprendiz; porque son susceptibles de preparar al alumno a esta admisión, desde que los puntos desarrollados así emergieron naturalmente. Sin embargo, no se trata de comunicar el conjunto del entrenamiento en cinco puntos antes del paso del grado de aprendiz. Además, la adaptación al individuo de este entrenamiento no justifica que se lo desnaturalice y requiere que se le respete lo mejor posible, el orden cronológico.

El entrenamiento en cinco puntos propone cinco prácticas específicas, organizándose cada una alrededor de una verdad muy simple, un principio evidente a la vez que precioso. En el fondo, cada uno de los puntos de la práctica está destinado a desarrollar una comprensión vivida y profunda del principio al que está ligada. Los cinco puntos de desarrollo del grado de aprendiz son los siguientes:



Original de Jean-Luc Colnot
Traducción de Francisco Hidalgo Salado en Axis.

jueves, 11 de marzo de 2010

7ª joya: La joya del Conocimiento perfecto

Puede saberse una verdad sin vivirla no obstante. Ahora bien, mientras que no es vivido ese saber, no se podría hablar de conocimiento.

El conocimiento tiene un aspecto doble, adquirido e innato. Pero en los dos casos, se trata de nacer con él y de vivir. En cuanto falta la vivencia, se vuelve al dominio del saber, abandonando el del conocimiento. No solo se llega a ser incapaz de cualquier conexión con el aspecto innato del conocimiento, sino que tampoco se consigue hacer emerger el conocimiento del saber: lo adquirido en sí mismo se convierte en vacío e ilusorio.

La séptima joya nos dice que el conocimiento no depende solamente del santuario de la cabeza. Los otros dos santuarios, el del corazón y el del vientre, participan activamente en la impregnación cognitiva. No solo se sabe, se tiene el sentimiento y la sensación de lo que se aprehende. El conocimiento es un impulso de vida experimentado en el conjunto de los santuarios interiores. Es vivido y concreto.

Nos ocurre a menudo que creemos conocer, cuando tan solo sabemos.

Ésto es así porque la joya del conocimiento perfecto requiere ser meditada profundamente. Solo se conoce lo que toca profundamente.

Por ejemplo, todos sabemos que vamos a morir y cual será nuestra última morada. Sabemos que ignoramos la hora y el día del fallecimiento. ¿Pero nos comportamos con conocimiento de causa? No, porque la verdad de nuestra muerte queda todavía por morir. No obstante, si conocemos nuestra naturaleza mortal, encontraremos pronto los recursos necesarios para el cumplimiento de la vía:

“¿De qué sirve vivir prolongadamente, ya que no nos corregimos siquiera un poco? ¡Ah! Una vida larga no siempre corrige: más a menudo aumenta nuestros crímenes. ¡Plazca a Dios que hayamos vivido bien en este mundo un solo día! Algunos cuentan sus años desde su conversión; pero frecuentemente ¡qué poco han cambiado y qué estériles han sido esos años! Si es terrible morir, puede ser más peligroso vivir tan largamente. Feliz el que tiene la hora de su muerte siempre presente, y se prepara cada día para morir.” (Tomás de Kempis, La imitación de Cristo). Saber que se morirá y conservar la sensación de la muerte son dos cosas diferentes. Una es un saber, la otra conocimiento. La séptima joya establece ahí un matiz considerable. El saber solo necesita una parte de nosotros mismos. Pero el conocimiento concierne a todo al ser; no solo a sus pensamientos y a su saber, también a su vida, a su cuerpo, a sus gestos, a su corazón. Así es la séptima joya del aprendizaje.

Original de Jean-Luc Colnot.
Traducción de Francisco Hidalgo Salado en Axis.

martes, 9 de marzo de 2010

6ª joya: La joya de la Humildad

Miramos continuamente hacia la cima de la montaña sin prestar cuidado al camino que recorremos. Tener objetivos demasiado elevados es el mejor medio de tropezar a cada paso. Miramos adelante, lejos, sin estar atentos nunca aquí, a la piedra que nos va a hacer caer.
La joya de la humildad nos enseña que siempre debemos partir de lo que somos. Mientras se trabaje sobre la base de lo que se cree ser, de lo que se debería ser o de lo que se será, no puede realizarse nada valioso.
La joya de la humildad vuelve extraordinariamente inteligente. Nos da el medio de comprender el modo en que debemos trabajar y por dónde debemos comenzar. Esta sexta joya por lo tanto es extremadamente preciosa. Ella es la que nos da la inteligencia del camino y nos inspira el trabajo de cada pequeño paso.
Si comprendemos que no tenemos energía suficiente para realizar grandezas, sabemos inmediatamente por donde debemos comenzar: por las pequeñeces, las que están en la medida de nuestras posibilidades. Es por lo que la humildad hace nuestra práctica muy inteligente, de gran eficacia. Dejamos de mirar la cima de la montaña y ponemos atención al lugar en que posamos el pie. La joya de la humildad es indispensable. Permite dar un pasito, luego otro... hasta la cima de la montaña.
Quien quiere aprender a tocar el piano e intenta interpretar una pieza musical difícil directamente, tendrá que enfrentarse a una decepción enorme. En su tristeza, se verá incapaz de aprender a tocar el piano. Por lo tanto, hace falta comenzar por el comienzo y empezar desde lo que somos.
Cuando nos dejamos fascinar por lejanos ideales, a menudo quedamos paralizados, incapaces de hacer cualquier cosa. Además, la falta de humildad puede transformar todo camino en vía muerta o camino sin salida. Toda la perspectiva del camino se falsea, cuando se mira demasiado la cima. El que quiere ser un maestro desarrolla una estrategia particular, un esquema táctico inadaptado, pavimentado de orgullo. Y como es incapaz de realizar grandes cosas, finalmente no realiza ninguna. ¡Ni siquiera una pequeñita! Por el contrario, el que solo quiere llegar a ser capaz de ser un aprendiz, el que solamente quiere aprender, o aprender a aprender, ese se hace extraordinariamente inteligente y eficaz. Tiene la inteligencia del camino y sabe cómo practicar. Los Diálogos del Sabio dicen: “El que busca la verdad es el que la revela”.
Si bien es de una simplicidad extrema, la sexta joya es de una potencia inaudita. Es el camino de los pequeños y de los humildes. Comienza y termina a cada paso que cumplimos. Pero es grande en lo que tiene de pequeño, fuerte en lo que tiene de débil, superior en lo que tiene de inferior, maravilloso en lo que tiene de trivial.
Aquí, no se trata de esforzarse en la humildad. Querer ser humilde no es humilde. La sexta joya es de otra naturaleza. Saber que solamente se tiene la fuerza para dar pasitos pequeños es el mensaje de la sexta joya.
“La humildad en sí , sólo es el conocimiento verdadero y el verdadero sentimiento para el hombre, de lo que éste es en sí mismo. Porque a buen seguro, quién puede verse a sí mismo verdaderamente y sentir lo que es; realmente él será humilde” (La nube del desconocimiento).

Original de Jean-Luc Colnot.
Traducido por Francisco Hidalgo en Axis.